Human nature is to want to get back at a person when he treats us badly. We want to and feel justified in doing so. But God is clear on the fact that it is not our part, nor our right nor worry, to see to it that someone pays for their acts, however they may have caused us suffering. God and only God has the right to judge people, to justify, or condemn, and we need to settle that in our heart and mind once and for all. A renewed mind will not meditate on the wrongs done us nor on the wrongdoer. Doing that keeps us reliving and recounting and only multiplies our suffering, robs us of our joy, and keeps us from freely going forward.
Friends, do not avenge yourselves; instead, leave room for God’s wrath, because it is written, Vengeance belongs to me; I will repay, says the Lord. But If your enemy is hungry, feed him. If he is thirsty, give him something to drink. For in so doing you will be heaping fiery coals on his head. (Ro.12:19-20CSB)
Jesus confronted popular opinion and practice such as “an eye for an eye” with a command not only to not avenge oneself, but as in all things, He went to the heart of the matter. Not only don’t DO it, but don’t even THINK it, DESIRE it, or FEEL it. That’s a big order when we are hurt, offended, betrayed, or abused- the things an enemy does. There is only one answer, one all covering remedy and enabler, and that is God’s love. Jesus says to love your enemies and to bless them is to be like your heavenly Father, who loves us all in the midst of our mess and rebellion and has already decided to forgive us even before we repent. It’s His kindness that leads us to repentance not His anger or righteous judgement. Should we be different?
Jesus said if you have something against someone when you come to worship and pray, you have to stop and take care of it. You cannot say you love God and hate man (1 Jn.4:20), and you can’t ask God to forgive you if you are not willing to forgive others, “forgive us our offenses as we forgive our offenders” (Mt.6:12). Wrap your mind around this, that a transformed mind leads you to a practically unoffendable lifestyle in which you quickly give any offense to God, decide to forgive giving up the right to any claim on the offense, and actually bless the person in prayer, in word, and in action.
Read Pr. 20:22; 25:21-22; 24:29; Mt. 5:44-45: 7:1-5; Ro.2:1-4.
Pray: First, repent for judging and condemning those who have offended you. Second, ask God’s grace, forgive all offense, and let it go. Third, pray the blessing of God’s presence on the life of the offender that the kindness of God may also lead him to repentance and right relationship with God.
Día 29: Suelta y deja obrar a Dios
La naturaleza humana es querer devolversela a una persona cuando nos trata mal. Queremos y nos sentimos justificados para hacerlo. Pero Dios es claro en el hecho de que no es de nuestra parte, ni nuestro derecho ni preocupación, velar por que alguien pague por sus actos, sin importar cómo nos hayan causado sufrimiento. Dios y solo Dios tiene el derecho de juzgar a las personas, de justificar o condenar, y necesitamos establecer eso en nuestro corazón y mente de una vez por todas. Una mente renovada no meditará en los males que nos han hecho ni en el malhechor. Hacer eso nos mantiene reviviendo y contando y solo multiplica nuestro sufrimiento, nos roba nuestra gozo, y nos impide avanzar libremente.
Amados, no se venguen ustedes mismos sino dejen lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. (Ro.12:19-20 RVA 2015)
Jesús se enfrentó a la opinión y la práctica populares como “ojo por ojo” con una orden no solo de no vengarse, sino que como en todas las cosas, Él fue al corazón del asunto. No solo no lo HAGAS, sino que ni siquiera lo PIENSES, LO DESEES o lo SIENTAS. Esa es una gran orden cuando somos heridos, ofendidos, traicionados o abusados, las cosas que hace un enemigo. Solo hay una respuesta, un remedio que cubre y nos empodera, y ese es el amor de Dios. Jesús dice que amar a tus enemigos y bendecirlos es ser como tu Padre celestial, que nos ama a todos en medio de nuestro desorden y rebelión y ya ha decidido perdonarnos incluso antes de que nos arrepintamos. Es Su bondad lo que nos lleva al arrepentimiento, no Su ira o juicio justo. ¿Deberíamos ser diferentes?
Jesús dijo que si tienes algo en contra de alguien cuando vienes a adorar y orar, tienes que detenerte y resolverlo. No puedes decir que amas a Dios y odias al hombre (1 Jn.4:20), y no puedes pedirle a Dios que te perdone si no estás dispuesto a perdonar a los demás, “perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a nuestros ofensores” (Mt.6:12). Envuelve tu mente en torno a esto, que una mente transformada te lleva a un estilo de vida prácticamente inofensivo en el que rápidamente le das cualquier ofensa a Dios, decides perdonar renunciando al derecho a cualquier reclamo sobre la ofensa, y realmente bendices a la persona en oración, en palabra y en acción.
Lee Pr. 20:22; 25:21-22; 24:29; Mt. 5:44-45: 7:1-5; Ro.2:1-4.
Ora: Primero, arrepiéntete por castigar y condenar a aquellos que te han ofendido. Segundo, pide la gracia de Dios, perdona toda ofensa y déjala ir. Tercero, ora la bendición de la presencia de Dios en la vida del ofensor para que la bondad de Dios también pueda llevarlo al arrepentimiento y a una relación correcta con Dios.