If someone is told, “put on your helmet”, you would guess he is either going to play football or ride a motorcycle. The purpose of a helmet is to protect a person’s head from damage from collision and falls. In Ephesians 6 when we are told to put on the whole armor of God for this spiritual war we are in, we are told to put on the helmet of salvation, which protects our mind from the onslaught of the enemy. So, let’s make sure we have our helmet securely put on today.
First of all, what is salvation? Who needs to be saved and from what? Every single person born into the world since Adam is born in sin, can never reach the measure of God’s standard, and so is condemned to death and eternal separation from God. But that is not what God wants. His desire is that no one would be lost, so He provided a way in His son, Jesus Christ, who came to earth to live and die in our place to redeem us- that means He bought our life and eternal freedom. There is absolutely nothing you and I can do to deserve it or earn it. God’s grace to us is a totally, unconditional gift; the only requirement is that we believe wholeheartedly He did that for us and receive it.
For by grace you have been saved through faith. And this is not your own doing; it is the gift of God, not a result of works, so that no one may boast.” (Eph.2:8-9 ESV)
God’s love for us and his desire to do life with us is so great that when we believe, He not only cancels our death sentence, He makes us eternally His children with His divine nature in us. From that moment to forever, we are no longer slaves to sin, fear, or condemnation, rather we are sons and daughters who can always come confidently before our Father in every weakness and need. He will never reject His child, though He will discipline when needed, but believe and be assured that you are His and He is yours, and nothing can ever change that. With this firm conviction, you have on the helmet of salvation to rebound the attacks of the enemy.
Read Jn. 3:16-18; 1:12-13; 6:37; Ro. 3:10, 23-26; 5:1; 6:23; 8:15-17,31-39; 2 Pet. 3:9; Heb. 4:15-16.
Pray declaring to God that you believe in His love and the all-encompassing sacrifice of His son , Jesus Christ, in your place. Lift your hands to the sky and receive His free gift today, a full blood transfusion, the eternal life of Christ in you, forever a son or daughter of the most high God.
Día 15: Ponte el casco
Si a alguien le dicen: “Ponte el casco”, pensarás que va a jugar al fútbol o a andar en moto. El propósito de un casco es proteger la cabeza de una persona de daños por colisión y caídas. En Efesios 6, cuando se nos dice que nos pongamos toda la armadura de Dios para esta guerra espiritual en la que estamos, se nos dice que nos pongamos el casco de la salvación, que protege nuestra mente del ataque del enemigo. Por lo tanto, asegurémonos de que hoy nos pongamos el casco de forma segura.
En primer lugar, ¿qué es la salvación? ¿Quién necesita ser salvado y de qué? Cada persona nacida en el mundo desde Adán, nace en pecado, nunca puede alcanzar la medida del estándar de Dios, y por lo tanto está condenada a la muerte y la separación eterna de Dios. Pero eso no es lo que Dios quiere. Su deseo es que nadie se pierda, por lo que Él proporcionó un camino en Su hijo, Jesucristo, quien vino a la tierra para vivir y morir en nuestro lugar para redimirnos. Eso significa que compró nuestra vida y libertad eterna. No hay absolutamente nada que tú y yo podamos hacer para merecerlo o ganárnoslo. La gracia de Dios para nosotros es un don o regalo total e incondicional; el único requisito es que creamos de todo corazón que Él hizo eso por nosotros y lo recibamos.
“Porque por gracia son salvos[a] por medio de la fe; y esto no de ustedes pues es don de Dios. No es por obras, para que nadie se gloríe.” (Ef.2:8-9 RV-2015)
El amor de Dios por nosotros y su deseo de hacer la vida con nosotros es tan grande que cuando creemos, Él no solo cancela nuestra sentencia de muerte, sino que nos hace eternamente Sus hijos con Su naturaleza divina en nosotros. Desde ese momento hasta siempre, ya no somos esclavos del pecado, el temor o la condenación, sino que somos hijos e hijas que siempre pueden venir con confianza ante nuestro Padre en cada debilidad y necesidad. Él nunca rechazará a Su hijo, aunque nos disciplinará cuando sea necesario, pero cree y estáte seguro de que tú eres Suyo y Él es tuyo, y nada puede cambiar eso. Con esta convicción firme, tienes puesto el casco de la salvación para rebotar los ataques del enemigo.
Lee Jn. 3:16-18; 1:12-13; 6:37; Ro. 3:10, 23-26; 5:1; 6:23; 8:15-17,31-39; 2 Ped. 3:9; Heb. 4:15-16.
Ora declarando a Dios que crees en Su amor y en el sacrificio integral de Su hijo, Jesucristo, en tu lugar. Levanta tus manos al cielo y recibe su regalo gratuito hoy, una transfusión de sangre completa, la vida eterna de Cristo en ti, para siempre un hijo o hija del Dios altísimo.