Cuando te inunde el dolor

¿Qué puedes hacer cuando parece que tu mundo entero se viene abajo? Te falta el aire, tu cabeza da vueltas, no puedes ni respirar. No puede ser que hayas escuchado bien. Has orado y clamado por el milagro creyendo que Dios es poderoso para sanar. Sabes que la Biblia dice que Dios es amor y que tiene buenos pensamientos para contigo. Entonces, ¿cómo que se ha ido tu ser amado por el que clamabas… tu hijo, tu madre, tu esposo, tu gran amigo?

De pronto te invade el dolor, es como sentir un gran pedazo de tu propia carne arrancada de ti. Las lagrimas corren por tus mejillas. La tristeza te acobija y sientes hundirte. Miras a las personas alrededor haciendo sus diligencias y piensas, ¿cómo pueden seguir como si nada? Quieres gritar pero tu voz se ahoga en tu garganta. Están todos y no está nadie.

El rey David pasó por este gran dolor cuando se enfermó su hijito. La Biblia nos relata que David se afligió en gran manera, no quiso comer ni salir al publico, sino solo postrarse cara al suelo y clamar a Dios día y noche porque sanara a su pequeño. Se describe una escena desgarradora y se puede percibir un gran dolor al ver sufrir a su hijo y anticipar la ausencia de tenerlo en sus brazos. Tal fue su estado, que sus siervos hasta temían por su vida, y cuando el hijo había respirado su ultimo, nadie quería darle la noticia. Finalmente David se dio cuenta, preguntó y afirmaron que ya se había ido. (2 Samuel 12)

¿Acaso Dios no escuchó las oraciones de David? David sabía que Dios lo oía según dice en Salmo 115, Amo el Señor porque oye mi voz, mis suplicas. ¿No tenía Dios el poder para sanarlo? Claro que sí, es Dios creador y Dios todopoderoso. Pero aunque Dios nos escucha y Dios tiene todo poder, Dios es Dios. Y no nosotros. El todo lo sabe y él es quien hizo el plan maestro. Desde la fundación del mundo decidió en qué momento de la historia nacería cada persona y cual sería el propósito que debía cumplir en esta vida. Así como no podemos añadir a nuestra estatura aunque quisiéramos, tampoco podemos extender nuestra vida o la de algún ser querido ni un momento más que le es dado por Dios. Los días del hombre ya están contados; tú has decidido ya cuántos meses vivirá; su vida tiene un límite que no puede traspasar (Job 14:5)

Cuando recibió la noticia que su hijo ya se había muerto, David se levantó del suelo y se lavó, se cepilló el cabello, se cambió la ropa, entró en el Santuario y adoró al Señor. Luego regresó al palacio, y comió. Los que lo rodeaban pensaron que era muy extraña la conducta de David ya que esperaban que se quedara destruido. Pero David no solo era adorador de palabra, sino había aprendido a confiar en Dios en las mas adversas de circunstancias y esta no sería la acepción. Cuando sin duda su carne le gritaba de dolor, se levantó, se lavó y fue cuanto antes a la presencia de Dios. No creo que no haya vuelto a llorar a su hijo al sentir los brazos vacios, pero en lugar de apartarse de Dios en su dolor, corrió a Dios.

La reacción natural ante la perdida es dolor, tristeza, confusión, enojo, reclamo, culpa, un montón de emociones que inunden nuestro ser. En algún momento, casi todos le preguntan a Dios, ¿por qué? ¿Por qué te lo llevaste? ¿Por qué no le dejaste mas tiempo? Como humanos que somos, necesitamos tiempo para vivir el duelo y procesar todos estos sentimientos en nuestra alma. No se puede apurar ni debemos juzgar ni a nosotros mismos ni a otros. Así como un hueso quebrado indiscutiblemente necesita tiempo para sanar, cuanto mas un corazón quebrantado, que aunque sane, es probable que extrañemos la relación que tuvimos por el resto de nuestra vida.

No pretendo decir que es fácil, porque no lo es. En la mayoría de los casos es muy difícil y si uno no se propone todos los días, puede retraerse totalmente, hundirse en la depresión y olvidar seguir viviendo con los presentes por estar llorando al que se fue. Si hoy te encuentras así, con mas pensamientos de aquel que se fue y lo que has perdido, que de los que están a tu lado, es tiempo de girar tu mirada.

Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.

(Job 1:21)

Decide empezar cada día poniendo tus ojos en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe. David se levantó y fue a adorar, y aunque nos parezca inconcebible, compuso un canto de alabanza a Dios cuando perdió a su hijo. El Salmo 9 dice “sobre Mut-laben” que significa “en le muerte del hijo”. Empieza así, Te alabaré, oh Jehová, con todo mi corazón;
Contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.

David adoró a Dios porque reconocía que Dios es justo, todo sabio y es inmutable, esto es que no cambia. Dios no es bueno solo cuando obtengo la respuesta que yo quiero. Dios no es digno solo cuando me es agradable su voluntad. Dios es Dios y es bueno todo el tiempo y siempre digno de alabanza. Cuando quito mis ojos de mi, de mi dolor, de mi circunstancia, y los fijo en Aquel que dio su vida por mi… cuando volteo hacia el Padre celestial quien tomó a su amado hijo de su lado y lo envió a este pobre mundo PARA MORIR por ti y por mi… entonces recuerdo que él conoce mi dolor, se compadece de mi y está siempre a mi lado para sustentarme.

Entonces escojo alabarlo como lo hizo Job ante la perdida de todos sus hijos y sus bienes, Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28)

Nada pasa solo por casualidad ni hay cosa alguna que le toma por sorpresa a Dios, aunque a nosotros sí. Si tú aun estás aquí, es porque no has terminado la misión que Dios tiene para ti en la tierra. Pero tu ser querido sí. Dale gracias a Dios por el tiempo que te lo prestó, por todos los momentos que gozaron y por lo aprendido de su vida. Puedes decir como David, Yo iré a él, pero él no regresará a mí.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación.(1 Co.1:3) Cierra tus ojos e invítalo en este momento al trono de tu corazón, a sanarlo y transformarlo y darte nueva vida y un futuro de esperanza.

Dios te ama mas que nadie en este mundo y cuando acudes a él, te da fuerzas cuando no las tienes, paz que sobrepasa todo entendimiento y el amor mas grande que es poder para seguir adelante un día a la vez hasta cumplir todos su propósitos inimaginables para ti (Is.40:28-31; Fil.4:7; 1 Co.2:9).

[Dedicado en amorosa memoria de Luis Abdiel quien trajo luz y alegría a cuantos tocó en su estancia en este mundo.]

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2 Comments

  1. Gracias por tan buena palabra! Córremos a Dios con nuestro dolor. El es digno de alabanza en todo tiempo

  2. Hermosa palabra 🤍

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